/ martes 2 de enero de 2024

Así se inclina la justicia en Jalisco

Pálida, con la respiración agitada, apoyándose del refrigerador para poder mantenerse de pie y con una mano en el pecho para tratar de arrancar el dolor que no alcanzábamos a dimensionar; así encontramos mi hermana y yo a mi mamá, la mañana del 2 de enero de 2002. Cuatro palabras cambiaron el rumbo de nuestras vidas: “ya no tienen papá”. No hubo explicaciones, el corazón de mamá fue suficiente para saber que a papá, una bala le apagó la vida para siempre.

Nuestra vida, y sobre todo la de mamá, se transformó, como todo cambia después de un acto de violencia. Ir a indentificar el cuerpo fue el comienzo de una ruta dolorosa. Por un lado, los cuestionamientos del Ministerio Público: ¿Quién disparó? ¿Quién lo ordenó? Por otro, vivir en una sociedad en la que las mujeres tenían prohibido tener sed de justicia. Pero mamá pensaba en nosotros, en que tenía que llevar respuestas a su hija de 14 y a su hijo de 10; pensaba en la mirada que sin palabras preguntaba “¿qué pasó con papá?”.

Su fortaleza le hizo soportar la pérdida. No hubo opción, tuvo que adaptarse a ser cabeza de familia, a ser la única proveedora y, más aún, tuvo que padecer la persecución del Ministerio Público porque intentaron incriminarla, a ella y a mi familia. Ante este hecho, desde niño entendí que la Fiscalía nunca busca la verdad, solo intenta fabricar culpables para encubrir a los verdaderos asesinos. Lo irónico es que el actor intelectual del crimen contra mi padre, se refugiaba tras los muros del Palacio de Justicia del Estado de Jalisco, su túnica de magistrado era también su manto de impunidad, esas túnicas que no buscan vestir sino disfrazar lo que todas y todos sabemos, que la impunidad se logra desde y para el poder.

“Señora, por su seguridad le recomiendo ya ni moverle ni venir a la Fiscalía. Usted no sabe con quién se está metiendo. No sé para qué quiere copias de la carpeta de investigación, pero seguro no le traerá nada bueno.” Eso le decía el MP a mi mamá. Esas eran las personas que tenían que velar por la justicia. No es de extrañarnos por qué en Jalisco gana la impunidad.

Según la organización México evalúa, en un informe presentado en noviembre del 2022: “en Jalisco, el nivel de impunidad en homicidios dolosos es del 99.7%”. ¿Cómo cambiar historias como la de mi padre si el sistema de procuración de justicia está rebasado y sobrecargado de trabajo? Los datos nos dicen que “en 2021 cada agente de Ministerio Público se encargó de 215 carpetas de investigación; cada juez llevó 190 causas penales; cada defensor de público representó a 486 personas imputadas y cada asesor jurídico a 72 personas víctimas”.

En un sistema así de obstruído, solo con dinero o influencias puedes avanzar; lo comprobé al constatar que en la cárcel están las personas que no tienen los amigxs adecuados o el dinero suficiente. Qué lejos estamos de la justicia como la representa la diosa Iustitia, porque en México quienes deberían ver por la justicia tienen los ojos vendados para no ver la realidad ni la verdad, y en la balanza solo miden cuál parte pone más dinero para inclinarse hacia ahí.

Han pasado 22 años desde la muerte de mi padre y la justicia me ha alcanzado, pero no para castigar a quienes me arrebataron a mi padre, sino para demostrarme que la balanza de la justicia de la diosa romana se sostiene desde Casa Jalisco y se inclina a billetazos. Lo bueno es que el poder público es prestado y el poder de la gente y la verdad siempre estará vigente. “Si no hay justicia para el pueblo, que no haya paz para el gobierno”, saludos al movimiento zapatista de regeneración nacional por sus 30 años.